miércoles, 9 de marzo de 2011

APOCALYPSIS PARTE I

Dallas City, 10:27 AM, la Tierra, tal y como la conocemos, está a punto de desaparecer de la faz del universo.

Todo comienza debajo de un modesto sofá, en una modesta casa que está en las cercanías del reactor nuclear de la ciudad que abastece las necesidades energéticas de los habitantes. Una pelusa habita los bajos turbios del sofá mirando expectante el pasar de la vida. La señora de la casa abre una ventana para airear el cuarto, la pelusa sale flotando debido a la corriente justo en el preciso momento en que Tobi, el perro de la familia, paseaba por el salón. La pelusa se introduce en el hocico del can produciendo sendos picores que lo irritan, le enfadan y hace que corra inconsolable por toda la case ante las inadvertidas ordenes de la dueña. Se abre la puerta, el señor de la casa entra después de una dura noche de trabajo en la oficina, el perro se abalanza sobre él le estornuda y le llena la tez de babas perrunas. El perro sigue su huida y sale fugaz de la casa arañando con las patas traseras los ojos del pobre hombre, ahora babeado y desojado en el suelo mientras grita de dolor. El niño pequeño miraba desde el jardín la escena, su cara reflejaba confusión, con solo 6 años nunca había visto tanta sangre, su momento de juegos con la manguera habían terminado, vio al perro correr hacia la carretera donde momentos antes diviso el coche de su padre acercarse. El coche que ahora se acercaba no era el de su padre, el niño miro al perro correr, el coche acercarse e intento gritarle que parase pero fue tarde, Tobi estaba descompuesto ya en el suelo. El niño corre a la ayuda de su querido amigo y el conductor, alterado mira el cadáver del perro y oye los gritos que aun duraban en la puerta de la casa, sin tiempo para nada y sin sentido aparente, salió corriendo dejando el coche arrancado en medio de la calle. El pequeño niño no sabe qué hacer, pensó en llamar a su madre pero estaba ocupada intentando que papa no muriera desangrado, así que, en un acto de valentía cogió el cadáver de su mascota y lo subió como bien pudo en el asiento de atrás del coche y él se colocó en el asiento del conductor. Debía elegir, pedales o ver la carretera ya que con su estatura ambas cosas eran imposibles. Opto por los pedales ya que sino no llegaría al hospital más cercano. Empezó a tocar todos los botones del vehículo hasta que dio con la palanca del freno de mano. El coche se deslizo calle abajo hacia la estructura cementosa del reactor nuclear y al no ver donde iba el niño confió en que llegaría tarde o temprano. No podía estar más equivocado ya que el coche atravesó la valla del recinto nuclear y se estampo contra el transformador eléctrico a una velocidad suficiente como para romperlo y causar un apagón en toda la ciudad. El niño se recupera del golpe y se incorpora para ver donde estaba, todos los operarios que a esa hora estaban almorzando miraban atónitos como un niño salía del coche con rostro de preocupación.

Minutos después un centenar de bombas atómicas caerian en diferentes partes del mundo causando una hecatombe que desviara el eje de la Tierra y toda la humanidad moriría.